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Las voces de equinoXio

Un último vistazo a Campus Party Colombia 2009

Columnas > Limpia - Mente Por: Johanna Pérez Vásquez

20 dAmerica/Bogota Julio dAmerica/Bogota 2009 17:01 COT

Luego de asistir a este evento que me causaba inquietud, apatía y atracción – extraña mezcla, lo sé – cambié un poco de opinión después de verlo desde adentro. 

El espíritu de fiesta de conectividad no lo sentí, encontré muchas personas interesadas en disfrutar los videojuegos que prestaban los expositores o los que los campuseros llevaban, también vi muchísima gente metida en su mundo, asistiendo porque sí y sin interés real en la interacción con otros pares con quienes comparten pasatiempos, actividades e incluso habilidades.
 
El desfile de gente perdida en la vida fue algo evidente, esa soledad bajo un techo tan extenso fue muy difícil de ignorar, veía personas caminando por ahí, sin rumbo, sin nada qué decir, sin valor para acercarse a otro y comenzar una conversación interesante, de hecho lo que percibí es que si hay muchos “apasionados” por la tecnología no tienen claro qué deben hacer con esa herramienta nueva y a su alcance, eso se hace evidente cuando se les pregunta una cosa y responden con frases completamente desconectadas de la cuestión.
 
Es triste, además, recordar las respuestas que daban los visitantes que entraban al mirador cuando se les preguntaba ¿qué miran?:
 
-La tecnología.
-Esto es un avance de hace 20, 30 años.
-Muy bueno todo esto.
 
Y la cara de admiración era real, además se sentían contentos al saber que habían pagado cinco mil pesos para ir a ver ese espectáculo. Yo realmente creo que los ejecutivos de mercadeo se merecen una felicitación, por haberse ingeniado esa forma de hacer publicidad, es como si lograran que todos los visitantes al área de electrónicos de cada almacén pagaran sólo por ver los productos.
 

Mirador de Campus Party Colombia 2009

Muchos de los usuarios de las diversas herramientas que ofrecen los sistemas informáticos, no sólo internet, se dedican a usarlas porque están, pero no tienen objetivos claros en cuanto al impacto que pueden lograr con ellas si son usadas de forma integral, por eso este evento no fue muy distinto de esas ferias donde uno ve a los albañiles compitiendo entre sí para ver quién es el más rápido pegando ladrillos. Los egos de los usuarios de tecnología están más interesados en ser buenos digitando, en ser cada vez más comentados, más conocidos y en aparecer en muchas fotos pero los contenidos sólo reflejan la inmensa ignorancia que se vive en este país.
 
Estoy en completo desacuerdo con la improvisación que se hace de espacios disponibles con la excusa de que “era para aprovechar”, creo que en las conversaciones con los amigos, en general en las conversaciones con la gente se puede hablar de temas inteligentes y que estos no tienen que ser aburridos. El privilegio de tener acceso a medios emergentes de comunicación conlleva una responsabilidad que muchos no comprenden, no asumen, quizá ni siquiera imaginan, por eso les parece válido presentarse al frente de otros para decir cualquier tontería con la excusa de “estamos explorando la herramienta, estamos apropiándonos de la tecnología”. Esta tendencia choca abiertamente con la información transmitida por otros conferencistas tanto en forma como en fondo.
 
Quien comunica debe hacerse responsable por lo que dice, por lo que transmite, así que si no se tiene nada importante para decir es mejor guardar silencio, como dicen tantos proverbios, es mejor callar, aprender, escuchar y no decir muchas tonterías sólo para parecer alguien muy enterado de todo, dejando claro que no se sabe nada de nada.
 
La supuesta fama también fue un elemento recurrente, de segunda mano escuché un comentario que iba más o menos así: “esta mañana escuchaba a un grupo de bloggers discutir acerca del derecho que tenían a ser más reconocidos que otros, porque habían abierto sus blogs hace tiempo, antes que otros”, por lo que no me sorprendió ver el interés de algunos en que sus videos aparecieran en la página de Citytv, expresado en una conferencia que no tenía nada que ver con este tema.Streaming en vivo de uno de los eventos de Campus Party Colombia 2009.
Estos comportamientos son síntomas claros de inmadurez en el uso de las herramientas, de hambre de reconocimiento – no importa cómo, no importa por qué, no importa por quién, lo que importa es que nos reconozcan – y de ignorancia, porque básicamente un país que no lee, un país que no piensa ni critica tiene poco o nada para decir.
 
La organización del evento se ve sólida, si bien están en constante mejoramiento, los recursos que ofrecen a las personas que se harán cargo de paneles, conferencias y demás contenidos de corte académico/formativo cubren las necesidades que surgen en estos espacios. 
De parte de los asistentes sentí una subvaloración de los contenidos disponibles, era usual ver un público nutrido al comenzar un panel y ver cómo se desintegraba en la medida que este se desarrollaba, además esa costumbre desastrosa de hacer preguntas a quienes hacen parte de los eventos, para luego desaparecer cuando su duda iba a ser resuelta, fue algo común.
Asistentes a uno de los paneles de Campus Party Colombia 2009
Acerca de las dudas noté que hay un interés marcado en la monetización de las páginas web y en las aplicaciones relacionadas para lograr este objetivo, sin embargo no se han encontrado caminos claros para alcanzarlo, mucho menos en la economía actual.
 
En conclusión a este evento le falta mucho, no porque los contenidos que se presentan en los distintos espacios sean aburridos y pobres; las conferencias centrales, según entiendo, fueron dadas por personajes importantes que reunían una cantidad importante de público, al menos al comienzo. No soy quien para hablar más de ello porque no conozco de cerca la biografía de ninguno de los invitados y porque sólo estuve al comienzo de ellas. Mi punto acá es que los asistentes, los campuseros llegan sin sentido crítico a usar las herramientas, a socializar tímidamente, a tomar fotos, a juntarse con los que ya conocen de otros espacios y muchas veces a perder el tiempo mientras aprovechan una velocidad muy alta de conexión que no tienen en casa. La gente realmente interesante, la gente que aporta y que hace de la tecnología una herramienta útil, las personas que le dan un significado profundo a ese martillo que tienen en sus manos son poquísimos, por eso hay que tener mucho olfato para hallarlos.
 
Espero que el próximo año los contenidos enriquecedores se multipliquen y que los asistentes hayan madurado un poco más para comprender el privilegio que tienen entre manos, si fuera así lo explotarían y harían que el evento se llenara de significado, que tuviera un impacto más amplio en sus vidas y en las de quienes les rodean, aunque esto fuera sólo de modo indirecto.
 
*Las fotos son de mi archivo personal.

Mi primera vez en Campus Party (4)

Columnas > Limpia - Mente Por: Johanna Pérez Vásquez

18 dAmerica/Bogota Julio dAmerica/Bogota 2009 17:06 COT

Esta columna fue publicada por primera vez en H E R A el 15 de julio de 2009

El sábado pasado, día anterior al cierre de este evento, asistí a una de las últimas conferencias que se ofrecieron, el tema era Accesibilidad Web.

Durante esta se discutió acerca de cómo navegan las personas, partiendo de que uno mismo no debe ser el único ni principal sujeto de experimentación de las páginas que crea porque se encerrará en un túnel, no sabrá qué opiniones o sugerencias tienen terceros acerca del mejoramiento del uso de la página, por ejemplo, es recomendable tener en cuenta a las personas con discapacidades físicas porque navegan de modos distintos.

También se llamó la atención sobre la accesibilidad web, ya que incrementa la audiencia de una página electrónica, puede ser un soporte para los bajos niveles de alfabetización, mejora los listados en los motores de búsqueda, el contenido se hace reutilizable en diversos formatos, aumenta el soporte para la internacionalización, les facilita el acceso a los usuarios carentes de banda ancha, reduce el mantenimiento del sitio y optimiza los recursos necesarios para ser incluida en motores de búsqueda.

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Mi primera vez en Campus Party (3)

Columnas > Limpia - Mente Por: Johanna Pérez Vásquez

18 dAmerica/Bogota Julio dAmerica/Bogota 2009 16:53 COT

Esta columna fue publicada por primera vez en H E R A el 9 de julio de 2009

La primera charla a la que asistí hoy se llamó Diseño de juegos para redes sociales. La documentación inicial se hizo a conciencia, destacando entre los antecedentes:

[sigue…]

Mi primera vez en Campus Party (2)

Columnas > Limpia - Mente Por: Johanna Pérez Vásquez

18 dAmerica/Bogota Julio dAmerica/Bogota 2009 16:18 COT

Originalmente publicada en H E R A el 8 de julio de 2009

En mi segunda jornada dentro del evento asistí a un taller-reto para Campus Party Colombia 2009 presentado por varios integrantes de HiperBarrio acerca del video-blogging, en donde compartieron sus experiencias con esta herramienta multimedia para el enriquecimiento de textos y transmisión de información relacionada con comunidades locales.

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Mi primera vez en Campus Party (1)

Columnas > Limpia - Mente Por: Johanna Pérez Vásquez

18 dAmerica/Bogota Julio dAmerica/Bogota 2009 15:52 COT

Esta columna fue publicada originalmente en H E R A el 7 de julio de 2009

Tras tener una discusión por Gtalk con Carobotero y verme sorprendida por una semana con tiempo libre, decidí aceptar la propuesta de ir a Campus Party para ver de qué se trata este evento desde adentro.

Llegué con prevenciones, me imaginaba gente pegada a las pantallas de sus computadores navegando, como un cyber café pero inmenso, así de impersonal, sin socializar entre sí, pero me encontré con un ambiente distinto. Aunque los alrededores de los pabellones de Corferias estaban muy vacíos, salvo por algunas personas y niños bajo el cuidado de personas contratadas por una empresa patrocinadora del evento, en las exhibiciones comerciales de varias empresas se veía gente jugando mucho Guitar Hero y otros videojuegos, además de visitantes interesados en los modelos de robótica de los estudiantes del SENA, pero esa es la feria comercial, la que usa el espacio y el marco de Campus Party para hacerle publicidad a sus productos y servicios. Campus Party es un evento aparte.

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Papá Noel no tiene barba

Columnas > Limpia - Mente Por: Johanna Pérez Vásquez

30 dAmerica/Bogota Mayo dAmerica/Bogota 2009 12:09 COT

Ni si quiera voy a hacer el esfuerzo de escribir este texto de forma racional y objetiva porque cuando uno siente tanto respeto, tanta admiración y cariño por una persona el intento de disimular esas emociones es una pérdida de tiempo total.

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“Hola amiguita”, el eslogan de la hipocresía

Columnas > Limpia - Mente Por: Johanna Pérez Vásquez

21 dAmerica/Bogota Mayo dAmerica/Bogota 2009 16:24 COT

Cuando escucho que una persona saluda a otra diciendo "hola amiguita" siento náuseas y recuerdo mi profundo convencimiento de que cualquier relación que use los diminutivos de modo tan ligero es incapaz de soportar un momento de cruda verdad, un instante de esos en que uno necesita decirle a un amigo las cosas como son, en honor a la amistad misma.

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Nunca hables con extraños, a menos que sean interesantes

Columnas > Limpia - Mente Por: Johanna Pérez Vásquez

28 dAmerica/Bogota Abril dAmerica/Bogota 2009 22:54 COT

Estaba yo vagando por la misma área de la ciudad que había recorrido varias veces los días anteriores y decidí cambiar de rumbo sin pensarlo. Tomaría un tren que no hubiera usado antes para ir a caminar por calles nuevas, el destino era lo de menos, podía volver cuando quisiera y ya sabía cómo hacerlo.

Entré a la estación donde pasaba la línea que necesitaba, el cansancio de los días anteriores se manifestaba poco a poco en mi cuerpo así que me senté en una banca vacía a esperar el tren. Mientras observaba la poca gente que caminaba por la plataforma, algo inusual para ser la hora del día en que la gente abandona sus trabajos, mis ojos encontraron la figura de un hombre con atuendo deportivo y una cámara fotográfica en la mano. Estaba preguntándole a una joven mujer si le permitía tomarle una fotografía, ella se negó y se alejó rápidamente, justo después lo vi dirigirse a la silla donde yo estaba sentada y pensé que ahora querría fotografiarme a mí, mi reacción inicial fue que me negaría pero no hubo necesidad.

Tras estar sentado unos segundos a mi lado me preguntó de dónde era, le respondí y luego dijo que en ese caso no podría comentarme algo acerca de  literatura nacional. Noté que el libro que llevaba en las manos era usado y como en los próximos días quería ir a comprar algunos títulos me animé a continuar la conversación, quise saber si conocía alguna tienda interesante en donde pudiera encontrarlos, me habló de una donde se encontraban ejemplares nuevos y de segunda mano.

Después de hablar un poco más, el tren se demoraba, le pregunté si podría acompañarlo mientras llegaba a su destino, sólo quería caminar y conocer un poco más de la ciudad, aceptó, entramos juntos al vagón cuando finalmente apareció. En el camino me mostró algunas de las fotografías que toma, tanto de personas como de objetos, siempre en la calle.

Llevaba dos maletas enormes llenas de lentes y accesorios para su cámara, además me iba contando que estaba estudiando fotografía, pero que más que todo su día a día se trataba de eso, de caminar por la ciudad, hablar con la gente y retratarla cuando se lo permitía. Él también quiso saber de mí, le conté brevemente, me interesaba más lo que él tuviera para decir . Más adelante me propuso ir a ver el río y caminar por las calles de su barrio mientras llegaba a su casa, en donde se prepararía para ir al gimnasio donde practica boxeo, yo acepté y al llegar a su parada descendimos del tren, subimos unas escaleras y salimos a una zona de la ciudad que yo ya reconocía un poco, repetimos una parte del recorrido que había hecho con una amiga en días anteriores pero con otra luz, el sol se estaba yendo.
 
Tras tomar algunas fotos, volvimos a los alrededores de la estación y llegamos hasta un callejón a media cuadra de su edificio. Antes de despedirse me aclaró que no estaba buscando ningún tipo de relación romántica, que tenía muchos asuntos personales por resolver pero que si aún así quería su compañía para recorrer la ciudad con gusto me la ofrecía, después me entregó una tarjeta, la misma que le entrega a los extraños a quienes fotografía en caso de que quieran sus imágenes.

Esa noche me dejó sola y maravillada, la vista de la ciudad con sus luces nocturnas era conmovedora, me quedé unos minutos intentando lograr una buena imagen, una tipo postal de ese paisaje urbano que estaba frente a mí.

Tres días después volví a saber de él, cuando me respondió un correo electrónico que le envié preguntándole si querría acompañarme a un museo que a decir verdad no me emocionaba mucho conocer.
Haciendo gala de su fría honestidad respondió que no madrugaría para acompañarme, pero que tenía otros espacios en su agenda que con gusto compartiría conmigo, entre ellos una comida con su profesor de fotografía. Yo, emocionada por conocer la cultura local desde adentro, acepté sin pensar en mi desordenada agenda informal.
El día que planeaba ir al museo cambié de idea, me fui a hacer compras y cuando me dí cuenta ya era tarde para llegar a la comida en su casa. Busqué frenéticamente un teléfono para llamarlo, tras hablar con él y con su profesor, quien también habla español, acordamos que me esperaría y que calcularía mi hora de llegada para pedir a domicilio la comida. Llegué tarde y agitada, pero habiendo anunciado mi tardanza. Me esperaba en la mesa un sándwich de pollo, una ensalada y una gaseosa, me senté a comer tan rápido como pude para seguir el ritmo de mi amigo y de su profesor, además intenté coordinar la acción de masticar con la de responder coherentemente a las preguntas que me hacían en un idioma que no es el mío. Creo que salí bien de la prueba, teniendo en cuenta que disimulé mi sorpresa al enterarme de que el profesor era fotógrafo independiente para medios importantes del país.

Ya era tarde para mi siguiente compromiso y estaba dispuesta a llegar fuera como fuera, aún con un par de copas de vino en la cabeza, en una ciudad que no era la mía y con un paquete gigante por las compras que había hecho horas antes. Cuando me despedía mi amigo me pidió que esperase un momento, al salir de su habitación estaba listo para salir también, me llevó hasta la estación del tren y me mostró la ruta que debía tomar para llegar a mi destino, para mi sorpresa incluso se despidió con un abrazo, gesto que me pareció completamente atípico para su cultura, más teniendo en cuenta el poco tiempo que llevaba de conocerlo.

Nuestro siguiente encuentro fue al frente de la librería que me recomendó días antes, ya había hecho compras en ella así que era fácil para mí usarla como punto de encuentro.
Tras una llamada desde un teléfono público, ubicado a pocos metros de la entrada de un museo que acababa de visitar, ultimé detalles y nos pusimos de acuerdo.

Al llegar él ya estaba ahí, con su atuendo deportivo gorra negra incluida, había movido unos cartones de la basura para sentarse en ellos mientras tomaba fotografías. Lo saludé y entramos a la librería, yo estaba buscando un título específico para un amigo. Cuando encontramos la sección indicada uno de los empleados intentó guardar un libro que el fotógrafo quería ver, al notarlo chasqueó los dedos para llamar la atención del vendedor, a quien evidentemente no le gustó el gesto, en ese momento comenzó una discusión entre los dos que temí acabaría mal pero me equivoqué, sólo era parte de la personalidad febril de la ciudad. Después pude preguntar por el libro que buscaba pero no lo hallé y me apresuré a salir del sitio que ya no sentía como un ambiente cómodo.

El fotógrafo me preguntó si se me antojaba ir a cine, me pareció buena idea, vimos la cartelera de un teatro cercano y no encontramos nada que nos gustara, entramos a una cafetería que estaba cruzando la calle e intentamos pedir algo, en especial para calmar su hambre, pero tras esperar a que nos atendieran él cambió de opinión y me propuso caminar hasta el otro río para ver el atardecer, luego comeríamos algo y quizás entraríamos a un bar.

Caminamos con paso enérgico hasta la ribera del río, llegamos justo cuando el sol estaba a punto de ocultarse, yo lidiaba con la memoria casi llena de mi cámara y con las baterías agotándose, pero aún así logré unas buenas fotografías.

Como el viento no perdonaba aumentando la sensación de frío fuimos a buscar algo de comida caliente que nos reconfortara. El sitio elegido fue uno nada llamativo, donde servían platos asiáticos bien preparados y económicos. Mientras él hacía su pedido yo me sentía un poco como en medio de esa escena de When Harry met Sally donde ella hace gala de toda su meticulosidad a la hora de ordenar comida, luego fue mi turno para hacerme entender con el muchacho que atendía, él lidiaba con mi fuerte acento. Superados los obstáculos culinarios e idiomáticos nos sentamos a comer. Él fotógrafo me hacía toda clase de preguntas acerca de mi país y de mi cultura, yo respondía con gusto y lo mejor que podía. Al terminar nos dirigimos a un bar que me había mostrado antes, pedimos Coca-Cola, dos cada uno y nos sentamos al estilo de los hombres, muy callados y cada quien un poco lejos del otro. Al final pagó la cuenta, ya era la segunda vez que me invitaba algo, la comida en su casa tampoco quiso que la pagara, me dijo que bastaría con que le gastara una gaseosa al otro día cuando me acompañaría a comprar una cámara fotográfica. Ambos ignoramos el descontento de la mesera, quien muy seguramente esperaba una cuenta más grande con su correspondiente propina.

De nuevo llegamos a una estación de tren, entramos y me mostró dónde debería tomar mi ruta, quiso acompañarme pero su ansiedad, rasgo constitutivo en él, se lo impidió, dijo que prefería esperar su ruta desde ya para no perderla, de nuevo me abrazó y quedamos para vernos al día siguiente.

En la mañana salí a llamarlo porque la señal del sitio donde me quedaba era fatal. La amiga que me hospedaba ya me había dicho que él le había dado dos veces la misma información, que por favor lo llamara, sin importar la hora, la primera vez en un correo de voz y la siguiente en una llamada que ella atendió creyendo que le diría algo nuevo.
Hablé por teléfono con el fotógrafo y supe la hora a la que me esperaba. No pude cumplir con puntualidad el compromiso, porque a pesar de las múltiples indicaciones que incluyó en el mapa que me hizo la noche anterior, mientras estábamos en el bar, el sistema de señalización con varias estaciones compartiendo el nombre de las calles, me confundió de nuevo y me hizo caminar a toda prisa 8 cuadras para llegar no tan tarde. Cuando finalmente llegué al delicatessen propuesto él me estaba esperando pacientemente, pero me advirtió que deberíamos ser rápidos a la hora de comprar mi cámara porque el almacén a donde entraríamos había estado cerrado varios días por fiestas religiosas, por lo que la afluencia de gente sería mucho mayor que la habitual.

Entramos y conseguí todo lo que necesitaba. Haciendo la fila para pagar se encontró con una coterránea mía, él no dejaba de hablar con desconocidos en cuanto lugar entraba. Quizá se desilusionó al ver que no entablamos conversación, le expliqué que si quería relacionarme con gente de mi país para eso tenía muchísimo tiempo, pero que si salía quería untarme de la cultura local.

Estando ya casi afuera del local me invitó a almorzar a su casa, no esperaba que lo hiciera pero me pareció una nueva amabilidad de su parte. En el camino lo vi repetir el acto de acercarse a un extraño que llamaba su atención para pedirle que le dejara tomar una fotografía suya, en realidad era una pareja, a él no pareció molestarle, pero ella estaba un poco más reticente. Al final ambos sonrieron y nosotros seguimos nuestro camino. Lo dejé decidir qué rutas tomar, al fin y al cabo era él quién conocía la ciudad y el destino.

Soltamos los paquetes y nos metimos a la cocina, dije que le ayudaría a cocinar, mas la verdad es que yo me quedé cocinando mientras él, víctima de su rasgo controlador, destapó mi cámara y sacó la batería para ver cómo se usaba, llamó a la fábrica para pedir indicaciones de cómo cargarla por primera vez y la conectó, todo, según él, con mi permiso. Yo entretanto lidiaba con los pocos implementos de cocina de una casa de hombres y mi casi completa ignorancia acerca de cómo preparar espárragos.

Minutos más tarde pasé esa prueba también, la comida quedó comestible y hasta sabrosa. Disfrutamos a la carrera un almuerzo tardío y una vista maravillosa en un lindo balcón de su casa que yo desconocía, a la carrera, porque en esa ciudad se corre todo el tiempo.
El motivo de nuestra prisa era una película que queríamos ver en un teatro cercano, comenzaba dentro de poco y queríamos llegar a tiempo para no perdernos el inicio, me dijo que odiaba eso y yo también, pero como estaba de vacaciones no me importaba.

Cuando llegamos al teatro descubrimos que éramos los únicos asistentes a la función, la proyectaron sólo para nosotros y no nos perdimos de nada.
Hubo momentos en los que me perdí terriblemente porque el acento de los actores me hacía imposible entender lo que decían, pero como se trataba más de la historia contada con actos y mostrada con una hermosa fotografía no me sentí tan perdida y entendí el final.

Tras ver la película e intentar conseguir, sin éxito, una sinopsis de la misma volvimos a su casa, le mostré unas fotos de mi ciudad y me comí una gelatina a la que le tenía ganas desde antes. Él insistió en regalarme un par de libros pero sólo acepté uno, un poco por vergüenza y otro por preocupación de exceso de equipaje. Recogí mis bolsas de compras electrónicas, incluida la batería de mi cámara que se estaba cargando y tras un abrazo me despedí de un nuevo amigo.

Esa noche él me escribió un correo diciéndome que se alegraba del rato que habíamos pasado juntos, me deseaba buen viaje y me expresaba sus deseos de mantener contacto conmigo para que le enseñara un poco de español.

Constantemente observo cómo las recomendaciones de la policía, tras un nuevo crimen, son de tono puramente defensivo: no hable con extraños, avise a las autoridades si observa comportamientos sospechosos, desconfíe de todos. Si uno las siguiera al pie de la letra, así como ese consejo que solían darnos los mayores cuando éramos niños: no hables con extraños, hoy no tendríamos amigos. Todos nuestros amigos fueron en algún momento extraños, algunos llegaron a nuestra vida por medio de otros, pero seguro tuvimos que ceder por lo menos una vez para poder construir nuestro grupo social.

Ciertamente las enormes ciudades son lugares en donde se puede cultivar fácilmente la desconfianza, pero si se es como yo, aficionada a los caminos menos transitados, se preferirá andar un poco más sin miedo, sin ansiedad, de un modo zen quizá, corriendo el riesgo de ganar más de lo que se pierde. Yo lo hice esta vez y ahora soy más rica que antes porque encontré un amigo.

¿Esperar al sexo?

Columnas > Limpia - Mente Por: Johanna Pérez Vásquez

21 dAmerica/Bogota Marzo dAmerica/Bogota 2009 18:12 COT

Hace poco se publicaron los resultados de un estudio que intenta explicar, a través de un juego de estrategia basado en un modelo matemático, cómo la demora del compromiso “formal” entre un hombre y una mujer le da más herramientas a ella para saber si la persona que tiene al frente es o no quien se ajustará a sus expectativas y necesidades.

[sigue…]

La tierra de la independencia

Columnas > Limpia - Mente Por: Johanna Pérez Vásquez

7 dAmerica/Bogota Marzo dAmerica/Bogota 2009 22:54 COT

Así como las arañas invierten tiempo y esfuerzo en construir y mantener sus casas, quienes hemos aprendido a vivir por cuenta propia dedicamos recursos, energía a cuidar y forjar la red que nos apoya, aun cuando en muchas ocasiones parezca inexistente.

[sigue…]

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