equinoXio
 

Colombia - Cargada el 06.09.2017 22:51:57 COT 


Columnas

Las voces de equinoXio

Recuerdos oscuros

Columnas > Las torres de Tanelorn Por: Beto Agudelo

7 dAmerica/Bogota Marzo dAmerica/Bogota 2007 11:08 COT

En uno de mis últimos recorridos a través de la ciudad en cumplimiento de las permanentes obligaciones de mi anterior cargo como funcionario público, visité los sitios donde se estaban demoliendo viejas edificaciones para vigilar la preservación de bienes inmuebles de valor cultural. Una de las visitas me resultó impactante.

[sigue…]

Cuentos de dragones

Columnas > Las torres de Tanelorn Por: Beto Agudelo

5 dAmerica/Bogota Enero dAmerica/Bogota 2007 0:01 COT


La luz de las lámparas de aceite en la taberna era tenue, adecuada para relajar ojos cansados por el sol de un día de viaje y la música que tocaba el arpista al fondo de la sala hablaba sin palabras del reino del sueño.

Una moneda de plata rodó hasta donde el voluminoso y barbudo propietario de la taberna bebía poco a poco una enorme taza de aromática bebida caliente, sentado en un banco alto. Un gesto de cierta mano enguantada le indicó que se guardara el cambio y el viajero, un hombre de mediana estatura y facciones cubiertas por la capucha de un amplio manto rojo, caminó hacia el grupo de aventureros, y se situó tras el que contaba la historia, un jovencito delgaducho que, a juzgar por el tono de piel, poco había cabalgado. La guarda de la espada a su costado estaba limpia, reluciente y sin marcas: esa espada nunca había visto combate, salvo, quizá, en algún salón de prácticas. El viajero sonrió bajo la capucha, que dejó caer con un gesto elegante y fluido. Tenía el cabello largo y rojizo, piel atezada y ojos del color del ámbar.

“Entonces puse la punta de Cortadora, mi espada” decía el muchacho tocando la empuñadura de su arma “frente al ojo derecho del dragón y le dije ¡Mira bien, lagartija!¡Esta es la punta de Cortadora, y es lo último que verás en tu vida miserable! Y le clavé la hoja hasta la misma empuñadura… el animal trató de levantar la cabeza pero ya era tarde y murió allí, frente a mí…” Se detuvo en seco al sentir el frío del acero en su cuello. Instintivamente llevó la mano a la empuñadura de Cortadora… que ya no estaba en la funda. Una mirada de soslayo le indicó que era la adornada hoja de su propia espada la que lo amenazaba. Sus tres acompañantes se levantaron de un salto y el arpista suspendió su interpretación.

“Mira esto, Señor Aventurero” El viajero, que sostenía la espada con la mano izquierda, señaló con un dedo enguantado una serie de puntos negros en la reluciente hoja de acero “parece que no aceitas tu hoja con frecuencia…” Levantó la espada y la miró a la luz de las lámparas de aceite. El cantinero había puesto un hacha enorme sobre la barra, y acariciaba el mango mirando al grupo como si deseara una excusa para usarla.

El viajero enseñó la hoja a los aventureros y luego al cantinero.

“¡Puntos negros! Déjame decirte, Aventurero: son tu peor enemigo. Son los que permitirán a cualquier orco de montaña romper tu excelente hoja con una cimitarra de hierro mal templado. Debes cuidar de tu hoja, amigo Aventurero, no sea que te traicione…” Una ronca carcajada medio contenida sonó a espaldas del viajero. El cantinero sonreía y asentía con la cabeza. El viajero le hizo un guiño de complicidad.

Entregó la espada por la empuñadura de tal manera que el muchacho tuvo que incorporarse para recibirla. Era un poco más alto que el viajero pero su figura desmañada, junto al elegante porte del desconocido, lo hacía ver como un simple muchachito.


Cuando el Aventurero terminó de enfundar torpemente la espada, el viajero se le acercó un par de pasos.

“¿Quién, dime, Aventurero, ha forjado esa magnífica espada de la que tan poco te preocupas?”

“El herrero de mi Padre, el Señor Duque de las Tierras de…”

“¿Es el herrero un sirviente de tu padre?”

“¡Por supuesto!” Con la espada enfundada, apoyando en la guarda la mano derecha, y notando que el viajero, vestido de manera sencilla, no llevaba armas, el muchacho recuperó su aplomo y su prepotencia. “Mi padre es un hombre poderoso…”

“No lo dudo” Algo en el tono del viajero hizo que el comentario pareciera una burla velada. “Y dime, valeroso Aventurero, ¿están muy lejos las tierras de tu poderoso padre?”

“Siguiendo el camino durante dos días, a buen paso, llegarás ante las Montañas de Piedra. No son muy altas y el Paso es amplio y seguro, y en otros dos días podrías estar ante las puertas del rico Castillo Dorado de mi padre…”

“Ya veo. Y cuéntame, valiente aventurero, algo sobre la hazaña que hace apenas un momento contabas a tus amigos…”

Los otros tres jóvenes se habían vuelto a sentar, alertas.

“Dime, te lo ruego, ¿qué clase de Dragón fue el que mataste de manera tan cruel con Cortadora?”

Sacando pecho como un gallo de pelea, el muchacho se relajó.

“Era un Dragón Negro, que estaba asolando una de las aldeas de mi padre…”

“¡Un Dragón Negro! Eres valiente sin duda, señor Aventurero. Y dime, ¿dónde hallaste a criatura tan poderosa y al tiempo tan escurridiza?”

Presintiendo que el viajero pretendía burlarse de él, el joven tomó una actitud cautelosa.

“Yo… esperé subido en un árbol a que fuera a beber a un estanque, cerca de su guarida, en el Bosque de los Elfos…”

Una carcajada ronca, menos contenida esta vez, anunció que el cantinero disfrutaba del cuento.

“¡El Bosque de los Elfos! Ya lo recuerdo. ¿Está en los dominios de tu padre? En alguna ocasión fui hasta allá sólo para trepar las colinas y visitar las cavernas…”

El muchacho estalló en carcajadas burlonas, coreado por uno de sus amigos.

“¡Eres un majadero, amigo!” El muchacho increpó al viajero con tal desparpajo y descortesía que hasta su amigo calló. Pero el muchacho siguió riendo: “cualquiera que haya pasado por el Bosque de los Elfos sabe que está en el fondo de un gran valle, y que en él no hay ni colinas ni cavernas…”

En lugar de enfurecerse, como todos esperaban, el viajero rió también.

“Si, lo confieso, soy un majadero. Pues conozco perfectamente el Bosque de los Elfos, y sé que, como dices, allí no hay ni colinas ni cavernas… y, por lo tanto, no puede haber ninguna guarida de un Dragón Negro, que, como todos los Aventureros avezados saben bien, prefieren las cavernas profundas bajo las más altas montañas, pues la luz del Sol puede herirles. Nadie hasta ahora había escuchado de un Dragón Negro que hiciera su guarida en un bosque… así que, sí, acepto que tal vez sea un majadero, pero no tanto como tú.”


El rostro del muchacho se contorsionó en una mueca de ira y tironeó de la espada. El viajero no se inmutó. Un hacha de guerra se interpuso entre ambos. El cantinero puso la hoja de su arma bajo la barbilla del chico.

“Si esa hoja sale de la funda, te juro que no será lo único que se rompa esta noche… y mi hacha no es de hierro mal forjado, precisamente.” A pesar de la baja estatura del cantinero, su expresión anunciaba negras intenciones.

El joven soltó la empuñadura de Cortadora y retrocedió un paso. Con una mirada de advertencia al viajero, el cantinero se retiró tras la barra.

Aún congestionado por la ira, el joven dijo a media voz:

“No soy ningún majadero”

“Digamos entonces que tienes una fértil imaginación que supera todas tus aventuras… si has corrido alguna.” El viajero hablaba con la misma voz calmada y el mismo tono de burla disimulada. “Al menos debes reconocer que no has matado dragón alguno. Porque de ser así, y de haberse tratado de un Dragón Negro, tu Cortadora ya no cortaría más, pues cualquier aventurero te diría que la sangre de un Dragón Negro disuelve el mejor acero como nieve bajo el Sol de mediodía, y que las únicas armas capaces de matar un Dragón son las forjadas con Plata Élfica, que en estos tiempos sólo se encuentra en los Reinos Helados del lejano Norte, y que sólo los Enanos son capaces de trabajar por medio de magia que no enseñan a nadie…”

“El herrero de mi padre…” la voz del muchacho se quebró sin terminar la frase…

“El herrero de tu padre no es un Enano, pues ninguno de su raza, en el pasado o el presente, ha servido a ningún Señor de los Hombres, por poderoso que fuera, y nunca lo hará, pues cualquiera de ellos prefiere la muerte a la servidumbre, sin excepción. ”

El viajero adelantó otro paso hacia el muchacho, que estaba pálido, mudo y frío, como muerto.

“Así que, ¿quién es el Majadero?” El viajero miró un instante al muchacho, dio media vuelta y se dirigió hacia la entrada de la taberna.

“¡El Majadero eres tú! ¿Quién ha visto jamás un Dragón, o un Enano? ¡No me vengas con cuentos de Dragones, señor Viajero, pues si yo no he matado ninguno, es porque no existen, negros ni verdes ni rojos, como no existen los malditos Enanos…!”

El viajero le dirigió al chico una mirada compasiva, y luego se volvió hacia el cantinero, bajo, voluminoso y barbudo, que aguardaba junto a la barra, apoyado en su enorme hacha de guerra. Al ver la mirada del viajero, se encogió de hombros como diciendo “Bah.”

El frío de la madrugada era estimulante. El viento, que tal vez trajera noticias del lejano océano, le arrancó una sonrisa.

“¡No me vengas con cuentos de Dragones, señor Viajero, pues si yo no he matado ninguno, es porque no existen, negros ni verdes ni rojos…!”

Para cuando terminó de recordar la furibunda frase, el viajero abrió las alas, inmensas y membranosas, sacudió la majestuosa cabeza cubierta de escamas rojas brillantes como gemas bajo la luz de la luna llena y con dos aletazos que crearon un huracán sobre el suelo, elevó el cuerpo gigantesco y sinuoso, y voló, rápido y  magnífico, rumbo a las Montañas de Piedra.

El que observa desde los sueños

Columnas > Las torres de Tanelorn Por: Beto Agudelo

5 dAmerica/Bogota Diciembre dAmerica/Bogota 2006 11:24 COT

1.

Hace algunos años, la mayor preocupación en mi vida era el Diseño Precolombino, nada más que un requisito académico que quería dejar atrás. La estructura curricular de mi carrera sólo permitía tomar ciertas asignaturas en determinados períodos del año, pero mi tenaz insistencia convenció a la Universidad de la urgencia de cumplir con ese requisito concreto, asi que, dada la ausencia de docentes cualificados en el tema, terminé en el fondo de una oscura, fría y polvorienta bodega del Museo Arqueológico bocetando a lápiz y clasificando los hallazgos más recientes.

[sigue…]

Los juegos de rol para los aficionados y para los que no son tanto

Columnas > Las torres de Tanelorn Por: Beto Agudelo

20 dAmerica/Bogota Noviembre dAmerica/Bogota 2006 12:13 COT

Los Juegos de Rol, para los aficionados y para los que no lo son tanto

Por simple descuido, el grupo de aventureros había ido a parar a un claro del tétrico bosque. El claro que servía como campamento a una manada de Hombres-Bestia, semihumanos engendros que ostentaban en sus rasgos animales el inconfundible sello de los crueles dioses del Caos.

En principio, Thaddeus, el hechicero, pensó que su devoción por esas mismas malvadas y sangrientas divinidades sería suficiente para aplacar a los feroces monstruos con torso de hombres, pezuñas hendidas y enormes cornamentas sobre las cabezas bovinas. Pero, o los Hombres-Bestia eran tan estúpidos como parecían, y no entendeían las lenguas humanas, o estaban realmente molestos por la muerte del monstruo que atacó a Thaddeus y su grupo a la entrada del bosque y que posteriormente el hechicero identificó como un Chamán de los Hombres-Bestia.

Junto a Thaddeus, Krueger, antiguo Paladín de la Luz convertido en el cruel Vengador Oscuro, desenvainó la pesada Espada del Caos, a medias con la esperanza de que el aura oscura despertara temor entre los Hombres-Bestia, en parte preparándose para combatir. Kianna, del pueblo de los Gnomos y dedicada en cuerpo y alma a la honorable profesión del coleccionismo, aseguró un saco que llevaba en la cintura y que contenía su más preciada colección: los ojos petrificados de todas y cada una de sus víctimas… al menos, no recordaba ningún ser que hubiera accedido a entregarle sus pertenencias en vida. Bueno, alguno había… pero estaba segura de haber colectado también sus ojos. Al tiempo que amarraba el saco de cuero, preparaba sus dagas gemelas y de un vistazo verificaba que estuvieran bien impregnadas de veneno. Shi’Atze, la Elfa Oscura, retrocedió un paso y miró al rostro del Hombre-Bestia más cercano, y sonrió. “Parece de peluche”, le oyó murmurar Kianna.

Thaddeus tomó una decisión y extrajo un amuleto de la bolsa de componentes.

“¿Qué piensas hacer?” Preguntó Krueger al tiempo que daba un molinete con la Espada para alejar a uno de los Hombres-Bestia.

“Una Bola de Fuego” respondió el hechicero con mirada decidida. Krueger miró a su alrededor, midiendo las distancias con la vista. “Están demasiado cerca. Nos vas a freír.”

Pero Thaddeus ya estaba realizando el conjuro. Algunos de los Hombres-Bestia, irritados por el uso de la magia del Caos que temían y odiaban, rugieron y alzaron las armas, listos para atacar. Kianna identificó el hechizo y saltó con agilidad tras el grueso tronco de un arbol cercano…

Detuve la partida durante un momento y miré a los ojos a Carlos, que interpretaba a Thaddeus. Le indiqué con un gesto su “Libro de Hechizos”, la hoja con la lista de los encantamientos que podía usar.

“Cuando impacta, ese hechizo explota consumiendo todo lo que haya a diez metros POR NIVEL DEL HECHICERO…”

“Lanzo el hechizo.” Me encogí de hombros y le entregué los dados.

…Justo a tiempo, pensó la pequeña Gnoma, pues en ese preciso instante Thaddeus concluyó el hechizo. Hubo un sonido como de vapor a alta temperatura súbitamente liberado y luego una violenta explosión, un poderoso destello y una oleada de calor calcinante. Lo último que escuchó Kianna fue el furioso grito de Krueger: “¡MALDITO HECHICERO DE…!”

Tras esa memorable partida de Calabozos y Dragones, quedé convencido de que, sin importar qué tan buenos jugadores sean, los aficionados a los Juegos de Rol siempre tienden a hacer alguna estupidez, tarde o temprano. Otros Directores de Juego – Amos del Laberinto, Narradores, Cronistas, o como quiera que su juego favorito los haga llamar – están perfectamente de acuerdo conmigo: quizá el “Hechizo de Imbecilidad” ronde todos los grupos y partidas de Rol, el caso es que las mejores anécdotas siempre incluyen algún estupendo ejemplo de cómo obra la Selección Natural. Es una lástima que los Premios Darwin no acepten postulaciones de personajes fantásticos.

Claro está, siempre pensé que esa especial característica de los Jugadores de Rol era una especie de mal endémico de nuestro núcleo particular, pero a través de Internet, y cada vez con mayor frecuencia, me encontré con incidentes similares y hasta peores.

Un día, revisando una de mis fuentes habituales de fantasía – la versión digital de la revista “Dragon”, de Wizards of the Coast – me encontré con una divertida caricatura que ilustraba exactamente el punto. Una rápida búsqueda en Google me llevó a la página del autor y – oh, dioses del Caos – a la colección On-Line completa de Dork Tower (algo así como “La Torre de Tontos”).

Página tras página, me sumergí en una serie de historias autobiográficas. Sólo hasta mucho después me enteré de que se trataba de las experiencias del autor, John Kovalic, y su grupo de jugadores… pero es que, además, Matt, el protagonista de Dork Tower, es un diseñador gráfico de treinta y tantos años, fanático de J.R.R. Tolkien y de Star Wars y que dirige partidas de rol para sus amigos Igor – un jugador compulsivo – Ken – pragmático Ingeniero de Sistemas – y Carson, el castor, tal vez el más equilibrado de los personajes (excepto cuando se ve transportado a un mundo paralelo a través del portal creado en el interior de una lavadora…). ¿Simple coincidencia? Quizá, pero fue impactante darme cuenta de que no soy en el mundo el único diseñador de treinta y tantos, fanático de Tolkien y de Star Wars y que dirige partidas de rol para sus amigos.

El excelente sentido del humor de John Kovalic, junto con el dominio del dibujo sintético y expresivo y su profundo conocimiento de lo que es ser un “Gamer” (Intraducible al español por cuanto implica la afición a los juegos de Rol, de Video, de Cartas Coleccionables, a los comics…) hacen de “Dork Tower” una carcajada permanente para los “Gamers” y una inquietante aproximación para el público no iniciado en ese fascinante universo. Si, inquietante… puede inquietar hasta el punto de salir corriendo, aterrorizados.

Dork Tower (C) John Kovalic. Todos los derechos reservados.

Los Reyes Malditos, de Maurice Druon

Columnas > Las torres de Tanelorn Por: Beto Agudelo

5 dAmerica/Bogota Noviembre dAmerica/Bogota 2006 0:01 COT

Los Reyes Malditos, de Maurice Druon
Crónica de la Corrupción
Philippe Le Bel

El 18 de marzo de 1318, los ciudadanos de París fueron testigos del amargo final de la que fuera poderosa Orden de los Caballeros Templarios. Esa noche, ante un público multitudinario, el último Gran Maestre de la Orden, Jacques de Molay, fue ejecutado en la hoguera bajo la fría mirada de Felipe IV El Hermoso, llamado por sus súbditos El Rey de Hierro. Pero antes de morir, De Molay lanzó una aterradora maldición en la cual conminaba al Rey Felipe, al Papa Clemente V y a Guillermo de Nogaret, mano derecha del soberano francés, a presentarse ante el Tribunal Celeste antes de un año.

La maldición de Jacques de Molay sirve como siniestra entrada a una magnífica crónica novelada del medioevo francés en la que Maurice Druon traza con pluma maestra vívidos retratos de una época pintoresca y cruel; personajes como el pomposo Carlos de Valois, la bella y desdichada Clemencia de Hungría, los desgraciados amantes Guccio Baglioni y María de Cressay, la pérfida Beatriz de Hirson, se constituyen en protagonistas y a veces víctimas de las maquinaciones del enorme Conde Roberto y su tía Mahaut en su lucha por el Condado de Artois, que sirve como telón de fondo para la historia de la corona francesa en un lapso que va desde la aniquilación de la Orden de los Caballeros Templarios hasta el inicio de la sangrienta Guerra de los Cien Años, devastador conflicto con Inglaterra del que el reino de Francia jamás llegó a recuperarse por completo.

Intrigas cortesanas, adulterios, asesinatos, manipulación de la entonces todopoderosa Iglesia Católica, matrimonios incestuosos… Druon no escatima detalles sobre las herramientas usadas por los poderosos para conservar el poder y para evitar que otros lo alcancen. Con una narrativa ágil y salpicada de humor, y con el respaldo de una exhaustiva investigación histórica, el autor sirve como guía a través de una crónica de la corrupción que por momentos nos parece conocida, y es porque la principal lección de Los Reyes Malditos es que, entre los seres humanos, el Poder es sinónimo del Mal, y que los métodos para alcanzarlo y conservarlo sólo han cambiado al mismo ritmo que la tecnología de la que se sirven.

En Imágenes
Les Rois Maudits

Los Reyes Malditos han visto su adaptación a la pantalla – de TV – ya en dos ocasiones. La primera en 1972 bajo la dirección de Claude Barma, y la segunda en 2005, dirigida por Josée Dayan con la participación de artistas con la talla de Gerard Depardieu, Tchéky Kario y Philippe Torreton. Una versión en DVD se espera para el 2007. A ver si a los genios que programan nuestra pobre televisión se les ocurre regalarnos, por una vez, algo más profundo que Padres e Hijos.

El Autor

Maurice Druon nació en 1918 en París, Francia, y cursó estudios en la Facultad de Letras del Instituto Michalet. Fue combatiente durante de Segunda Guerra Mundial y, tras la firma del armisticio con Alemania, se integró a una célula de maquis, para luego huir a Inglaterra y alistarse en el ejército de Charles De Gaulle. Los Reyes Malditos es su obra más conocida, con traducciones a más de veinte lenguas y más de cuarenta reediciones en francés desde su lanzamiento en 1956, y es considerada como el prototipo de la novela histórica contemporánea.

DRUON, Maurice. Les Rois Maudits, Libraire Plan et Editions del Duca, París, 1956

Libros, historia y el príncipe vampiro

Columnas > Las torres de Tanelorn Por: Beto Agudelo

5 dAmerica/Bogota Octubre dAmerica/Bogota 2006 14:40 COT

La imagen de un dragón, hoy, evoca en nosotros mundos distantes y fantásticos, en los que cualquier cosa es posible. Pero hace quinientos años, en Europa central, era símbolo de terror… o de libertad.

LIBROS, HISTORIA Y EL PRÍNCIPE VAMPIRO

La Historiadora, de Elizabeth Kostova

Los invasores otomanos avanzaban, aparentemente invencibles, y amenazando el mundo occidental con la Media Luna del Islam; pero su avance fue retrasado, y a veces detenido, por reyes, príncipes y caballeros que pusieron su vida, y la de sus vasallos, al servicio de la cristiandad, con el fin de detener la incontenible arremetida.

Entre los más valerosos defensores europeos estaban los integrantes de la Orden del Dragón de San Jorge, originalmente creada por el Caballero serbio Milos Obilic y, tras la muerte de éste junto con once de los doce Caballeros originales en la Batalla de Kosovo en 1389, el Rey Segismundo de Hungría, más adelante Sacro Emperador Romano-Germánico, renovó y amplió el número de Caballeros del Dragón. Vlad II, Voivoda de Valaquia, estaba dentro de los elegidos, y a partir de entonces tomó el nombre Dracul, que transmitió a su hijo Vlad III, llamado Drácula.

Una estatua del Príncipe Vlad, en Rumania

Ese nombre, occidentalizado a partir del rumano Drakulya, se ha convertido, gracias a Hollywood, en sinónimo de Vampiro, Nomuerto bebedor de sangre y corruptor de doncellas; mas dicha relación, en la moderna Rumania, tiende a tomarse de manera negativa y hasta insultante; Vlad III, conocido como Tepes [Tsepeszch], “El Empalador”, y llamado Kazikh Bey (Príncipe Empalador) por sus enemigos otomanos, es considerado un héroe nacional y su nombre nunca se ha relacionado con el mito del vampiro, aún cuando su singular vida y el misterio alrededor de su muerte y sepultura lo hacen un personaje ideal como estereotipo vampírico. Esta circunstancia fue bien aprovechada por el escritor escocés Bram Stoker, que popularizó el nombre en su famosa novela de 1897.

Tras diez años de exhaustiva investigación histórica, la escritora estadounidense Elizabeth Kostova lanzó, en 2005, una novela que intenta, sin éxito, enlazar al Conde Drácula con Vlad III Drakulya, presentando un vampiro que no ha olvidado su origen histórico pero que persigue, no la infestación de un nuevo territorio repleto de sangre fresca, sino el conocimiento a través de los libros, y que no busca desangrar bellas y núbiles jóvenes para convertirlas en siniestras consortes, sino que prefiere convertir en vampiros… a los bibliotecarios.

En cierto modo, La Historiadora es un libro sobre los libros: todo empieza con un libro – no Drácula de Bram Stoker, como cabría esperar – y todas las pistas que los tres protagonistas siguen en su búsqueda del elusivo Empalador están relacionadas con libros antiguos que, a su vez, guían hacia otros libros que contienen nuevas pistas. Pero además, La Historiadora es un libro sobre la Historia y su influencia sobre el ser humano, incluso sobre ese ser común y casi siempre aburrido que nunca ha sabido ni le interesa saber de la existencia de un príncipe rumano llamado Drácula ni de su mítico, monstruoso homónimo.

La técnica, híbrido entre la narrativa lineal y la epistolar, lleva al lector, de manera ágil, a través de tres relatos, o tres capítulos del mismo relato, vistos de manera simultánea desde los ojos de otros tantos personajes sin duda encantadores y de exquisita construcción, y que nos ofrecen la posibilidad de visitar Oxford, Estambul, Sofía, Budapest y Transilvania, amén de muchas otras locaciones descritas con poética maestría y precisión cinematográfica.

Sin embargo, y a pesar del valor estético y de la investigación que sustenta la novela, hay varios factores que restan validez a los esfuerzos de Kostova como historiadora. La aparente ignorancia sobre algunos elementos básicos de la mitología vampírica y la atribución de información espuria a Drácula de Bram Stoker son decepcionantes; mientras que el escritor escocés hubo de acceder a información de primera mano sobre el vampiro centroeuropeo en un momento en que el vampirismo era considerado como una plaga, aún por fuentes oficiales, Kostova parece haber obtenido su propia información de alguna de las películas de la productora británica Hammer, no precisamente la fuente más fiel a la novela original ni al folklore rumano. Recursos hollywoodenses nada verídicos – si podemos aplicar el término a información relacionada con un Mito – como las balas de plata (que sirven para matar hombres lobo, no vampiros) o el límite de tres mordidas para que un mortal se convierta en nomuerto, pregonan a gritos la fuerte preferencia por los datos históricos verificables sobre el folklore en una historia cuyo personaje más sobresaliente está siendo tratado desde un punto de vista folklórico, y, peor aún, que Kostova, en su pretensión de unir el Drácula histórico con el Vampiro creado por Stoker, no parece haber leído la novela de éste último.

El Castillo Bran, Hogar de Vlad III Drakulya

De otro lado, los datos históricos presentados en el libro son precisos y se encadenan en una narración tan sazonada de realidad que podría ser creíble de no ser porque, en el afán de convertir a Vlad Tepes en Vampiro, Kostova lo presenta como un monstruo aún antes de su muerte; un príncipe temido por los Otomanos pero también por su propio pueblo y odiado por todos los gobernantes occidentales de su tiempo, visión difícil de conciliar con la actual imagen de héroe nacional rumano o con el épico heroísmo de príncipe justo y defensor del pueblo que Drácula reviste en la tradición oral de Transilvania, Valaquia, Moldavia y otros territorios.

La Historiadora es, entonces, un libro que presume de hablar sobre Historia, pero que parece tener muy poca estima por la de los dos personajes que pretende fusionar en un ser creíble que, sin embargo, no termina siendo más que una caricatura estereotipada de un personaje capaz de crear estereotipos. A pesar de ello, la excelente calidad narrativa y las maravillosas descripciones de sitios que siguen siendo, para nosotros, exóticos y lejanos, dan valor literario a la novela. En algunos pasajes, incluso llega a conseguir ese delicioso estremecimiento en la columna vertebral y esa maravillosa inquietud que tanto aprecian los lectores de terror, mientras que en otros podemos dejar que el Profesor Rossi, Paul, Helen y la joven historiadora que da título a la obra, nos lleven de la mano por la vieja Europa medieval entremezclada con la de la Guerra Fría y nos cuenten anécdotas, curiosidades y atrocidades sobre el magnífico Topkapi o los monasterios búlgaros. Y entre libros, ruinas e intrigas, tal vez consigamos percibir la presencia ominosa de Drácula tras los estantes de la biblioteca.

Kostova, Elizabeth. La Historiadora. Umbriel, Madrid, 2005. p.p. 700

Vlad III, Drakulya

Elric de Melniboné

Columnas > Las torres de Tanelorn Por: Beto Agudelo

20 dAmerica/Bogota Septiembre dAmerica/Bogota 2006 0:04 COT

Elric de Melniboné

Elric de Melniboné, según Gerald Brom

Un héroe suele ser grande, fuerte y apuesto, como Conan, Kull, Superman o Flash Gordon. Casi siempre lucha por la “justicia”, es decir, por implantar el mismo sistema gubernamental y legal que rige al creador del héroe: el Aragorn de Tolkien quiere volver a ser Rey, y con su reinado acabarán los problemas de la Tierra Media. Flash Gordon TIENE que derrocar a Ming, un tirano absolutista, mientras combate con algunas “tribus primitivas” de Mongo que carecen de gobierno y son lideradas por su consejo de ancianos.

Elric de Melniboné nació para ser Emperador de una isla que antaño gobernaba el mundo de los Reinos Jóvenes. Es albino, lo que le confiere una belleza más bien exótica a causa de la cual le dicen “demonio blanco”. Y sin ayuda de ciertas drogas, Elric no puede tenerse en pie: es débil y nadie se atrevería a llamarlo saludable.

No quiere ser Emperador; parte a la aventura, dejando en su trono a su primo Yrkoon, su principal enemigo, y abandonando a su amada Cymoril, para buscar, no poder ni conocimiento, sino nuevas perspectivas sobre el poder y el conocimiento que ya son suyos. Posee una espada mágica que intenta, con todas sus fuerzas, no usar sino en el último extremo, aún cuando sabe que las almas que su espada-demonio Stormbringer consuma durante la lucha le darán fuerza a su cuerpo enclenque. Su mentor, en lugar del benévolo y anciano sabio al que la fantasía nos tiene acostumbrados, es un demonio del Caos. Porque, además, Elric no es un hombre bueno. Malo tampoco, hay que anotar. Es bastante humano a pesar de que los melniboneses no son de todo humanos.

Elric y Stormbringer

Michael Moorcock creó a Elric como una de las encarnaciones del Campeón Eterno, y sabía, desde el primero de los libros de la saga del albino, que en esta ocasión el Campeón no iba precisamente a salvar al mundo. Por el contrario, la saga del Lobo Blanco – otro de los innumerables sobrenombres para el héroe de Moorcock – cuenta el final del mundo de los Reinos Jóvenes, al tiempo que a través de sus páginas el autor presenta una posición ideológica de resistencia, si no de izquierda, contrapuesta al retorno a las antíguas tradiciones defendido por un Tolkien católico derechista desde su saga de la Tierra Media. De otro lado, los héroes de Moorcock – no sólo Elric – se caracterizan por ser esencialmente diferentes dentro de su entorno y poco aptos para el heroísmo. Al mismo tiempo, mientras que héroes más tradicionales luchan de manera abierta por la conservación o recuperación de lo que es “bueno”, los dilemas morales de Elric lo hacen oscilar entre la Ley y el Caos, dos conceptos no necesariamente relacionados con el bien y el mal, dualidad que parece resultar artificiosa para Moorcock, aparte de que ambas dualidades no son mútuamente excluyentes. Más aún, la profunda humanidad de Elric lo aleja otro paso de sus hermanos en armas literarios, toda vez que no siempre hace “lo correcto” y en cambio cede con facilidad ante sus impulsos más primarios.

Elric, tras asesinar a su amada Cymoril

En pocas palabras, lo más interesante de Elric, haciéndolo especial dentro del género heroico, es que el lector lo encuentra más cercano en cuanto exhibe, sin vergüenza, todas las debilidades y defectos de los seres humanos; es más humano que el lector, lo que convierte al lector, a su vez, en héroe. Al degustar las novelas de Elric, en lugar de sentirnos inferiores, nos acercamos más a nuestro propio, imperceptible, cotidiano heroísmo.

 

Las torres de Tanelorn

Columnas > Las torres de Tanelorn Por: Beto Agudelo

4 dAmerica/Bogota Septiembre dAmerica/Bogota 2006 10:57 COT

Se dice que no estamos solos en el Universo. Puesto que no hay Universo. Somos una parte, una gota, del Multiverso, y aún si en realidad -como sea que definas la realidad- estuviéramos solos en el sentido de que el Universo ―como llamamos a nuestro particular plano de la existencia― no alberga otros seres con los cuales podamos, como especie, compartir conocimientos y experiencias, o, ateniéndonos a nuestro comportamiento habitual, con los cuales guerrear, entonces los habría en otro plano del Multiverso, así se tratara de nuestras propias versiones en ese plano.

[sigue…]

Todas las columnas:

Información al instante

RSS

Entradas recientes

  • Siete cajas, una ilusión | Marsares | 12.10.2015 10:17
  • Eterno resplandor de una mente sin recuerdos | Marsares | 29.01.2015 11:16
  • Paradojas cubanas | Daniel Ramos | 29.12.2014 9:00
  • Lo mejor y lo peor del deporte en 2014 | Rafa XIII | 07.12.2014 11:43
  • También la lluvia | Marsares | 30.10.2014 15:52
  • ¿Dónde está la bolita? | Marsares | 23.09.2014 19:13
  • Sobre el Brave Heart colombiano | Julián Rosero Navarrete | 19.09.2014 16:42
  • Una Vuelta para el olvido | Rafa XIII | 11.09.2014 14:07
  • Dos a uno: lágrimas de dolor y agradecimiento | Rafa XIII | 04.07.2014 22:50
  • DOS a cero: Colombia, entre los ocho mejores del mundo | Rafa XIII | 28.06.2014 23:19
  • Comentarios recientes

    Artículos destacados:

    Entrega inmediata:

    Entradas por mes


    Septiembre 2017
    L M X J V S D
    « Oct    
     123
    45678910
    11121314151617
    18192021222324
    252627282930  

    Alianzas

      Soy libre, soy blogger No al secuestro Global Voices Online - The world is talking. Are you listening? Creative Commons Licence
    Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons

    Contacto: info[arroba]equinoxio[punto]org
    equinoXio en twitter | equinoXio en Facebook